martes, 14 de septiembre de 2010

LA JETÉE (CORTOMETRAJE) 62´


La Jetée (1962), de Chris Marker, es una película francesa de ciencia ficción de 28 minutos filmada en blanco y negro. En ella, se relata la historia de un experimento de viaje en el tiempo llevado a cabo tras una guerra atómica. Considerado por varios críticos como "El Mejor Cortometraje de la Historia".12 monos (1995), de Terry Gilliam, se inspiró en La Jetée. David Bowie también se inspiró en esta película para el videoclip de la canción Jump, They Say (1993), dirigido por Mark Romanek.

cuenta "LA JETÉE" como el mundo está en ruinas tras una apocalíptica guerra nuclear. Un grupo de científicos del bando vencedor cree que el único modo de salvar a la humanidad es a través de los viajes en el tiempo, de mandar a una persona al pasado para… ¿pedir ayuda?, o al futuro para buscar una solución a la situación presente. El elegido para realizar el viaje a través del tiempo es un prisionero…
Mediometraje o pieza de corte experimental sobre el poder de la memoria, que como he dicho antes, está contada exclusivamente a través de fotos fijas, en la que un hombre trata de reconstruir el recuerdo de su amada, en tiempos de la Tercera Guerra Mundial.


Chris Marker y su muelle (La Jetée), te deja tocado y hundido tras apenas media hora de voz en off , cargado de increíbles y asombrosas imágenes. Instantáneas que van reconstruyendo una genial y muy singular historia de amor, y la destrucción de lo que conocemos por humanidad. Francamente, La Jetée, como podemos ver en su contenido, es un auténtico viaje plagado de incertidumbre, caos, alucinaciones, experimentos y amor. Chris Marker demuestra con total maestría, lo que puede dar de si muy poquitos medios y una cabeza inquieta y deslumbrante como la suya. Si queréis experimentar vosotros mismos, lo que el muelle expone, no esperéis más. Seguro que los amantes del cine experimental, babearán por verla.


ALGUNAS LINEAS DE : LA JETÉE
 
La violenta escena que le atormentaba, y cuyo significado comprendería años más tarde, ocurrió en muelle de Orly, algunos años antes del comienzo de la Tercera Guerra Mundial. Los domingos, en Orly, los padres llevaban a sus hijos a ver el despegue de los aviones. Ese domingo en particular, el niño cuya historia vamos a contar estaba destinado a recordar la visión de un sol congelado, el paisaje del fondo del muelle, y el rostro de una mujer. Nada distingue los recuerdos de los momentos corrientes: no se descubren hasta más tarde, por sus cicatrices.


El futuro estaba mejor protegido que el pasado. Después de agotadoras pruebas, entró en contacto con el futuro. Atravesó un planeta transformado, un París reconstruido, diez mil avenidas incomprensibles. Le esperaban otros hombres. El encuentro fue breve. Evidentemente, rechazaban la escoria de otros tiempos. El pronunció su discurso. Puesto que la humanidad habría sobrevivido, no podía negarle a sus porpio pasado los medios de supervivencia. Este sofisma fue aceptado como un del destino. Le dieron una central de energía suficiente para volver a poner en marcha tola industria humana, y las puertas del futuro se volvieron a cerrar.